Miguel Toro
5 abril 2022
La inflación es una de las principales preocupaciones económicas de los ciudadanos españoles. La subida generalizada de los precios afecta de forma directa a la capacidad de compra de las familias y, si no va acompañada de una subida similar en los salarios, puede convertirse en un problema. Con la inflación actual en 9,8% las últimas subidas del salario mínimo interprofesional (SMI) se esfumarán. Los salarios perderán valor adquisitivo muy rápidamente porque no se están actualizando a ese ritmo.
El precio de la energía es la causa principal de la inflación en España, pero no la única. La recuperación de la pandemia ha influido también así como el incremento de la demanda mundial de materias primas y mercancías, de productos elaborados. A todo esto se han unido los problemas de transporte y los colapsos en las cadenas de suministros posteriores a la crisis del COVID.
El precio de la gasolina ya venía subiendo, pero la invasión de Rusia a Ucrania ha acelerado el aumento de los precios. En el último año, la inflación iba en aumento en toda Europa, impulsada sobre todo por los precios de la vivienda, la electricidad y el gas, según los datos del Banco Central Europeo.
El presidente del gobierno, Pedro Sánchez, admite que la UE llega tarde a la escalada de los precios. Ha insistido en que la respuesta debe ser común de la UE y que no puede haber 27 opciones distintas. España, Italia, Portugal y Grecia han escenificado un frente común para reclamar medidas urgentes y efectivas a nivel comunitario. El presidente insiste ahora también en la necesidad de actuar en el origen de los fallos del mercado energético pidiendo desvincular el precio de la electricidad del precio el gas. Tiene razón el presidente.
Como sabemos los precios de la electricidad se fijan en Europa por el coste de la energía más cara que suele ser el coste del gas. Aunque la proporción de gas sea pequeña impone el precio de la electricidad. Esta regla europea ha permitido que las compañías eléctricas españolas obtengan enormes beneficios porque han podido vender energía más barata, como la hidráulica, la eólica o la solar a precios mucho más caros. Claramente hay que cambiar esa regla. El núcleo de la unión europea no ha querido cambiar esa regla con lo que están protegiendo los intereses de las compañías eléctricas. Solo ha permitido que el gobierno español y el portugués puedan poner un tope al precio del gas con lo que conseguirán rebajar el precio de la electricidad.
En esta situación se ha producido la invasión de Ucrania por la Rusia de Putin. Estamos viendo diariamente en lo medios los estragos de la guerra en la población civil ucraniana. Esta visión ha provocado una amplia reacción de solidaridad con el pueblo ucraniano por una parte y por otra estamos tomando conciencia del peligro del régimen de Putin. A esta realidad los países de la UE han reaccionado de forma dispar: Alemania ha incrementado enormemente el presupuesto militar, unos países como España han enviado armas, otros como Polonia están recibiendo millones de ucranianos que huían de la guerra. Europa no ha respondido en bloque. Sin embargo Estados Unidos ha conseguido fortalecer la OTAN. Europa ha ligado aún más sus intereses a Estados Unidos en vez de definir sus intereses de forma autónoma. No parece buena política en un momento donde los intereses de Europa y EEUU no serán coincidentes sobre todo frente a China.
Junto a lo anterior hemos de destacar la actuación de BCE que consiguió aliviar la crisis de deuda del 2018 y posteriores. Aunque se podía haber hecho mejor, en beneficio de la mayoría de la población, fue un elemento positivo. Junto a esto el núcleo de la UE se negó y se sigue negando a emitir bonos de europeos mancomunados para financiar a los estados. La visión estrecha de algunos países sigue prevaleciendo.
Pero la invasión de Ucrania está obligando a la Unión Europea a cerrar filas para contener el impacto de la guerra, tanto por la parte de la defensa común, como por la reducción de la dependencia de los recursos energéticos rusos. En este esfuerzo, la UE está preparando una batería de medidas que la forzarán a buscar financiación para costearlas. Algunos líderes europeos ya se muestran favorables a la posibilidad de emisión de deuda conjunta como la mejor alternativa.
Como vemos Europa está en construcción se va cohesionando pero lentamente. Muy lentamente. El mercado eléctrico se regula con reglas europeas, aunque estas reglas no están pensadas para defender al consumidor, el BCE fija el tipo de interés y otras políticas económicas relevantes, ha habido una tímida respuesta conjunta a la invasión de Ucrania, etc. ¿Pero queremos más Europa o menos?
La idea que las izquierdas han tenido de Europa en el pasado han sido muy diversas: desde unos que han defendido estar en Europa y en la OTAN a cualquier precio a otros que promulgaban la salida de Europa y de la OTAN porque entendían que Europa estaba diseñada para proteger los intereses de las multinacionales europeas. Pero el mundo ha cambiado muy rápidamente desde la caída del muro de Berlín. Ha aparecido China como la potencia emergente llamada a ocupar el primer lugar, delante de EEUU, a lo largo del siglo XXI. Europa está quedando en tercer lugar.
Siempre he creído que España debía estar en Europa y que debíamos esforzarnos para que las leyes y reglas europeas se hagan en beneficio de la mayoría de la población y no solamente para el beneficio de los bancos alemanes. España ha ganado mucho desde que está en la Unión Europea. Y ha ganado porque nuestro sector empresarial heredado de la época franquista era muy impresentable. Un sector empresarial no competitivo mantenido en muchos casos con las subvenciones públicas. Todavía es así en muchos casos pero la entrada en la Unión Europea ha propiciado que los aires empresariales europeos lleguen a España.
La situación actual muestra con claridad, según mi punto de vista, la necesidad de más Europa. De una Europa más autónoma energética, tecnológica y financieramente. Autónoma en la producción agrícola y en algunas industrias que se han desmantelado por completo. Autónoma para fijar la entrada y salida de capitales, productos y servicios. También autónoma militarmente frente a la OTAN y los intereses de EEUU lo que debería dar lugar a un ejército europeo que no tendría porque estar dentro de la OTAN. Estas ideas chocan con la globalización convencional que se predica y que pretende disponer de libertad total para el movimiento de capitales.
Abordar problemas como la inflación, la lucha contra la desigualdad, la eliminación de los paraísos fiscales, el mercado energético, la financiación de los estados y por supuesto enfrentarse a las amenazas militares tiene que hacerse en un ámbito del tamaño de la Unión Europea.
Los
progresistas europeos debemos esforzarnos en tejer alianzas y redes europeas que
puedan conseguir mayorías para implantar leyes, normas y reglas que combatan la
desigualdad, generen seguridad y estén orientadas al bienestar de la mayoría.
Fuera de Europa es volver la pasado. Los progresistas debemos luchar por una
Europa autónoma con leyes que fortalezcan la democracia y estén pensadas en
beneficio de la mayoría.