Rosario
Granado
18
de febrero de 2025
Hemos
visto en estos días las imágenes de intercambio entre prisioneros liberados
tras el pacto de cese el fuego entre Israel y Gaza. Esta tregua se está
llevando a cabo con muchas dificultades para la población palestina por los
muchos incumplimientos por parte de Israel. No han cesado los disparos de
francotiradores israelíes con una media de seis asesinatos diarios, los
soldados les han impedido volver a sus casas o a lo que queda de ellas, han
retenido los camiones de ayuda humanitaria, y se han resistido a retirarse de
las zonas acordadas. La tregua ha sido firmada sólo por 46 días y con la
coletilla explícita de que podrán atacar de nuevo cuando ellos lo consideren.
En
este intercambio de rehenes llama la atención la diferencia del estado de salud
de unos y otros. Mientras que los rehenes israelíes han sido bien tratados por
los combatientes de Hamás y bien atendidos en todas sus necesidades, como hemos
podido ver por su aspecto físico y por sus mismas declaraciones (a pesar de las
carencias imaginables, entre ellas la hambruna generalizada), los presos
palestinos han salido de las cárceles y centros de detención israelíes en un
estado lamentable. Hemos visto salir a niños, mujeres, hombres, ancianos, todos
maltratados, humillados, desnutridos, famélicos, enfermos y con signos visibles
de haber sido torturados.