Juan M. Valencia Rodríguez
22 de diciembre de 2020
Durante muchos años, todos los veranos llegaban a mi pueblo (Berlanga, Badajoz) varios niños saharauis. Alguno de ellos incluso, a raíz de una patología grave, se quedó allí, al cuidado de una familia berlangueña. Los niños formaban parte de una iniciativa nacida en 1979 de la colaboración entre el Frente Polisario y el PCE, con el objetivo de alejar a los menores, al menos durante unos meses, de la guerra y de las penosas condiciones de vida en los campamentos de la hamada (desierto) argelina, donde se refugia la población saharaui que hubo de abandonar su tierra por la ocupación marroquí. Los cien niños acogidos en España aquel primer año se convirtieron en miles en los años siguientes, en virtud del proyecto Vacaciones en Paz, que fue alcanzando cada vez más amplitud bajo el impulso de diversas organizaciones solidarias y de los dirigentes saharauis.
Buena gente de todas las tierras de España ha desplegado en estos largos años su solidaridad y conciencia humanitaria con las familias saharauis desterradas de su tierra. Humanidad y solidaridad que contrasta con el desinterés y la inacción de los sucesivos gobiernos de nuestro país (de UCD, PSOE y PP), que abandonaron al pueblo saharaui haciendo dejación de sus obligaciones como potencia colonial en el territorio. Lo mismo puede decirse de la comunidad internacional, de las potencias occidentales, en especial EEUU y Francia cuyo silencio, pese a los dictámenes de la ONU, los hace cómplices del ocupante Marruecos.
Un poco de historia