Juan
Manuel Valencia Rodríguez
15 de noviembre de 2022
Los vientos de guerra soplan con tal fuerza, la amenaza para la Humanidad es tan aguda, que la Paz se ha convertido en una prioridad. Se trata ya de una cuestión de mera supervivencia, como lo es la conservación del planeta ante el cambio climático. Urge, por ello, impulsar un potente movimiento universal por la Paz. Las gentes trabajadoras de todas partes aman la paz, saben que nada bueno resulta de las guerras para la gente común. Sólo los poderosos y oligarcas que piensan únicamente en sus beneficios desean y promueven las guerras.
Un horizonte mundial de extrema
gravedad
El prestigioso intelectual estadounidense Noam Chomsky advierte que la
guerra entre Estados Unidos y Rusia que tiene lugar en Ucrania “es una condena
a muerte para la humanidad, nadie saldrá ganador. Estamos en un momento crítico
de la historia de la humanidad. No podemos negarlo, no podemos ignorarlo”.
La guerra ha estallado en Europa, pero sabemos por la experiencia histórica con qué facilidad los conflictos bélicos en el Viejo Continente se convierten en guerras mundiales cuando están por medio los intereses de las grandes potencias. Si no se pone fin al conflicto rápidamente se abriría la posibilidad de una guerra generalizada, en la que no podría descartarse, si Rusia se ve vitalmente amenazada, el empleo de armas nucleares que la convertirían en una guerra terminal.
No vamos a repetir lo que ya dijimos en este blog sobre la Guerra de Ucrania, el 22 de marzo de 2022, salvo constatar que la contienda se ha enquistado
y su prolongación ha traído consecuencias nefastas: miles de muertos,
desplazamientos masivos, las poblaciones europeas sufren una escalada de
precios que las familias en situación más vulnerable no pueden afrontar, muchas
personas en el mundo mueren de hambre al interrumpirse el suministro de
alimentos y fertilizantes, empeora el ya crítico calentamiento global por falta
de medidas para contrarrestarlo y por el incremento de la producción de
combustibles muy contaminantes, las democracias continúan deteriorándose
mientras se extiende la internacional reaccionaria... ¿A dónde vamos por ese
camino?
Las guerras las carga el diablo. Se sabe cómo empiezan, pero no cómo
transcurren y cómo terminan. Rusia ha cometido una estupidez mayúscula. A
echado a Europa, aún más, a los brazos
de EEUU, favoreciendo una expansión todavía mayor de la OTAN: Suecia y
Finlandia han solicitado su ingreso. La ciudadanía europea está siendo
intoxicada desde los principales medios de comunicación con información
tendenciosa que oculta claves del conflicto y trata de infundirles el espíritu
belicista propagado con tanto fervor por el patético Josep Borrell, alto representante de la UE para Asuntos
Exteriores y Política de Seguridad y vicepresidente de la Comisión Europea.
El 6 de octubre el presidente de los EEUU, Joseph Biden, se refirió a la
“perspectiva de un apocalipsis”. Más vale que hagamos todo lo posible por
evitarlo. Pero en aquel país
algunos analistas de las publicaciones más influyentes parecen promover una
Tercera Guerra Mundial. “Estados Unidos y sus aliados deben planificar cómo
ganar simultáneamente guerras en Asia y Europa”, escribe Thomas G. Mahnken, que
preconiza un incremento sustancial del gasto militar si se quiere ganar una
hipotética guerra mundial contra Rusia y China.
En 1963 el presidente Kennedy declaró: “Aun defendiendo sus intereses vitales,
las potencias nucleares deben evitar toda confrontación que obligue al
adversario a elegir entre una retirada humillante y una Guerra nuclear”. ¿Se ha
perdido ahora la cordura, la sensatez?
El presidente Clinton reconoció en su mandato que Estados Unidos no tenía intención de respetar el derecho internacional y se reservaba el derecho de actuar “unilateralmente si era necesario”. Ucrania libra una guerra “por delegación”, en la que el objetivo estratégico de EEUU es debilitar a Rusia y marginarla del resto de Europa y de la economía mundial. Un objetivo absolutamente incompatible con la búsqueda de un alto el fuego en el camino de una paz duradera. La subordinación de Ucrania a la OTAN (=EEUU) llevaría a una tensión permanente con Rusia. Una Rusia en donde el poder de Putin se sustenta en un nacionalismo reaccionario y autoritario, aliado a la Iglesia ortodoxa y a la extrema derecha, herederos del expolio al pueblo y al Estado soviético que Occidente aplaudió. ¿Se quiere inducir a este tipo de personajes a tomar decisiones insensatas?
Por su parte, Biden
tiene claro que el destino de los EE.UU se dirimirá en la confrontación con
China. EE. UU. está perdiendo peso económico,
ve con aprensión el dominio chino de las materias
primas mundiales y del comercio internacional de manufacturas. Es un imperio en
declive, pero por ello mismo más peligrosos, porque sigue siendo con gran
diferencia la mayor potencia militar
del mundo, con 800 bases ubicadas en más de 80 países y un gasto militar que, junto con la OTAN, alcanza el
60% del total mundial. Al dictar la prohibición de exportar tecnología
de última generación ha creado una guerra comercial de alto voltaje con China.
La globalización, que funcionaba a la medida de sus intereses, ya no le
convence, porque China ha trastocado la situación.
China se había desenvuelto muy bien hasta ahora
en el mundo globalizado capitalista. Mediante medios pacíficos, distintos a los
del imperialismo estadounidense (el mayor violador de democracias de la
historia), ha adquirido una posición económica preeminente que amenaza los
intereses de las grandes corporaciones estadounidenses, cuya conciencia de
clase dominante parece a prueba de bombas. El proyecto chino de integración
económica, la Nueva Ruta de la Seda, abarca no sólo Asia y África, también
Latinoamérica. Pero ahora la crisis de la globalización y las guerras
comerciales inducidas por EEUU están haciendo que China gire su atención al
mercado interno o próximo y a su seguridad como nación. Surgen en el gran país
asiático voces que como la de Cheng Yawen, profesor de la Escuela de
Relaciones Internacionales de la Universidad de Shanghái, defienden un giro
estratégico expresado en su “Política de los tres anillos”: "China ya no dispone
del entorno pacífico del que ha disfrutado durante los últimos 40 años y le ha
permitido desarrollar su papel externo. En el futuro China tendrá que impulsar
un nuevo sistema internacional de “tres anillos” que garantice la seguridad y
el desarrollo nacional: el primer anillo son los países vecinos de Asia
Oriental y Central y de Oriente Medio con los que China mantiene una estrecha cooperación
económica, obtiene un suministro de energía estable y le ofrece una barrera de
seguridad fiable. El segundo anillo son los países en desarrollo de Asia,
África y América Latina, con los que China intercambia materias primas, bienes
industriales y ayuda a su desarrollo. El tercer anillo se extiende a los
potenciales enemigos: Europa, Estados Unidos, quizá Japón y Corea del Sur."
"En esa perspectiva, China debe estar muy alerta porque las sanciones contra Rusia se aplicarán a China en el futuro. Por esta razón, es perentorio ajustar las relaciones exteriores y fortalecer la cooperación con los países en desarrollo no occidentales, para crear un nuevo entorno internacional propicio para salvaguardar la seguridad nacional de China y su desarrollo a largo plazo."
Los pueblos del mundo son las víctimas. La Paz es su única salida
La lógica belicista de las grandes
potencias conduce inevitablemente al desastre. Es por completo ajena a los intereses
de los pueblos del mundo y no podemos aceptarla. Va de la mano de las políticas
neoliberales que han beneficiado a una ínfima minoría, depauperado a la mayoría
de la población mundial y agrandado las desigualdades internas y las brechas
económicas entre los países. Va de la mano de los que dejan que el planeta se
deteriore hasta un punto que puede resultar ya irreversible.
Hay que actuar con rapidez para evitar
que el conflicto se agrave y quede fuera de control. Urge elevar la conciencia
ciudadana contra la guerra. Es necesario forzar a los gobiernos a abandonar su
belicismo y emplear con decisión la vía diplomática para construir una paz
sólida y estable. Tengamos en cuenta que si nos avasallan con su propaganda
belicista es porque necesitan nuestro consentimiento. Pero los pueblos del
mundo tienen la capacidad para proclamar con fuerza que ese no es el mundo en
el que las personas podemos vivir. Que contra el dominio unilateral de las
potencias defendemos el derecho
internacional. Que nos oponemos a las guerras y al egoísmo de los poderosos.
Que queremos vivir tranquilos y con dignidad.