Leandro del Moral Ituarte
23 de julio 2024
Hace unas décadas, quizás todavía en los años 80 o incluso
más acá, pronunciar en un acto público la palabra ‘capitalismo’ removía los
asientos de un auditorio de empresarios (todos) o políticos (los situados desde
el centro-izquierda hasta la derecha). La palabra tenía una connotación intrínsecamente
negativa, crítica, y trasmitía antagonismo frente al sistema económico y social
al que hace referencia, porque esa era en general la intención del que la
utilizaba. En la actualidad, me parece que es posible manejar con menor tensión
el concepto, seguramente por la influencia de autores como Thomas Piketty y por
el propio contexto de ausencia de alternativas reales, geográficamente existentes,
con las que contraponer al capitalismo.
Hay otros conceptos propios de los análisis y debates sociales y político-económicos, como ‘clases sociales’, ‘clase dominante’ u ‘oligarquía’, que también tenían esas connotaciones y producían esas reacciones. A diferencia de capitalismo, estas otras expresiones han desaparecido de la bibliografía científica actual y generalmente de la comunicación y del debate social, a no ser para aplicarlas a Rusia, en donde sí se identifican como “oligarcas” a los grandes empresarios que controlan sectores o partes de sectores importantes de su economía. Los dueños y dirigentes de Apple, Microsoft, Amazon [1], Tesla Inc u otras grandes empresas, sin llegar a estas megagigantes, no son oligarcas, son las ‘élites’. Esta es la expresión que ha sustituido, al menos en las dos últimas décadas, a las anteriores expresiones en buena parte de la investigación social crítica moderna.
Volviendo al título de este texto, los pasados 2, 3 y 4 de
julio participé en el curso que el Consejo Económico Social de España (CES) organiza
habitualmente en el marco de la UIMP de Santander para presentar su Memoria
Anual, cuyo tema monográfico este año se ha dedicado al cambio climático. El
curso contó con la participación de destacados especialistas, varios de ellos
miembros del Panel Internacional de Cambio Climático (IPCC). Además de
corroborar las informaciones que todos venimos recibiendo derivadas del Sexto
Informe del IPCC (2021-2022) y de otros organismos (Global Tipping Points
Report 2023, Global Carbon Budget 2024), en el curso se actualizaron algunas
informaciones realmente preocupantes. Un dato clave sobre el que hay pocas
dudas es que en 6-7 años, es decir en el año 2030, se superará el límite de
1,5º de elevación de temperatura global respecto de los niveles preindustriales,
que se estableció en la Conferencia
sobre Cambio Climático (la COP 21), celebrada en París en diciembre del
2015, como condición para reducir la probabilidad
de rupturas del equilibrio del sistema climático y evitar puntos de
irreversibilidad, como la intensificación de la fusión en Groenlandia o la
Antártida occidental, el colapso de la cinta transportadora del Atlántico Norte
(la corriente termohalina), la liberación del metano del permafrost, el
incendio de zonas de Amazonía o la mortalidad generalizada de los arrecifes de
coral.
Para la Agencia Internacional de la
Energía (AIE), el organismo que representa con mayor crudeza la perspectiva,
los valores y los intereses de «los países avanzados» (es decir, las potencias atlantistas encabezadas por EEUU, expresando en
el terreno energético lo que la OCDE en la perspectiva económico-social general),
las acciones clave necesarias para reducir la curva de emisiones hasta 2030 son
«conocidas y
muy rentables»:
1. Triplicar la capacidad de energía renovable (80% nueva capacidad de
generación eléctrica hasta 2030).
2. Duplicar el ritmo de mejoras de la eficiencia energética al 4% anual.
3. Aumentar la electrificación.
4. Reducir emisiones de metano en operaciones de combustibles fósiles.
Entre estas 4 estrategias suman más del 80% de la reducción de emisiones necesarias hasta 2030 para dirigir el sector energético hacia el objetivo de los 1,5ºC. Según esta alternativa, todos los combustibles fósiles (carbón, petróleo y gas natural) alcanzarán el pico (‘peack’) de producción antes de 2030 en el escenario de ‘cumplimiento de los acuerdos políticos suscritos’ (STEPS).
La AIE entiende que los impulsores del crecimiento de la demanda de energía en la mayoría de las ‘economías emergentes’ y ‘en desarrollo’ siguen siendo muy fuertes. Las tasas de urbanización, el espacio construido per cápita y la posesión de sistemas de aire acondicionado y vehículos son mucho más bajas que en las economías avanzadas. Encontrar y financiar fórmulas bajas en emisiones para satisfacer la creciente demanda de energía en estas economías determina la velocidad a la que, al final, caerá el uso mundial de los combustibles fósiles.
Mientras, los expertos de perfil más académico (universidades, centros de investigación), situados en la lógica más amplia y abierta que representa el IPCC, hablan de tecnologías, pero también de cambios sociales y de «cambios de sistema», de «cambios sistémicos». Pero, hay especificar qué cambios. Es necesario enumerar los elementos clave: desigualdad y conflictividad. ¿Se puede pronunciar el vocablo crítico, que apunta más al fondo de la realidad: ‘capitalismo’?
Mi impresión y experiencia, ante la
cúpula empresarial, sindical, y otros sectores (consumidores, agrarios, etc.)
españoles que componen el CES, es que sí se puede. Sobre la base de reconocer
sus características (y cualidades) esenciales (estímulo al cambio, a la innovación,
al esfuerzo individual) es fácil que todos reconozcan su atributo fundamental:
la competitividad entre los humanos en torno a la maximización del beneficio y el
‘legítimo lucro’, que mueven la rueda del crecimiento, sin el cual el sistema
entra en ‘recesión’ o, aún peor, en ‘depresión’. En nuestro tema concreto, la
propuesta del sistema para escapar de esta contradicción es la apuesta por la
aparición de una «nueva economía de energía limpia», liderada por la energía solar fotovoltaica y
los vehículos eléctricos, que ofrece «esperanza para el futuro». Pero detrás de estas bellas
palabras se esconde la ‘geoingenieria climática’, que incluye desde la modificación
de la radiación solar (MRS) hasta la extracción de CO2 (Carbon Capture,
Utilisation and Storage, CCUS o CCS), bien mediante la captura y almacenamiento
de una fuente puntual (especialmente industria pesada, siderurgia y química) o mediante
la llamada captura directa del aire (DAC, Direct Air Capture), aplicable a la
producción de hidrógeno.
El concepto clave es Emisiones
Netas Cero (ZNE), detrás del cual, mediante los mecanismos mencionados o a
través de cambios de uso del suelo y silvicultura (Land use, land use change
and forestry, LULUCF), se activan los sistemas de compensación por emisiones de
carbono (mercados voluntarios de emisiones, bonos, créditos comercializables),
que permiten seguir emitiendo a la vez que se ‘reduce la huella’, mediante compensación
y proyectos de absorción de CO2.
En
realidad, lo más plausible es que una verdadera transición climática, ecológica
y social no puede prescindir de la capacidad de la sociedad para establecer
formas de planificación integrales. Una planificación que debe provenir de un
despertar de la democracia real y participativa.
En términos
más propositivos, desde la perspectiva de las clases subordinadas a los
designios del capital, una de las tareas importantes es superar divisiones
entre sindicalismo y ‘ecologismo desde abajo’, es decir, las resistencias
comunitarias a los costes que la estrategia capitalista despliega en el
territorio (en las ciudades y en los espacios rurales). Defender la convergencia de los intereses de los
trabajadores en el centro de trabajo con
los intereses comunitarios de
las mayorías sociales. La experiencia del Colectivo de Fábrica ex-GKN-Driveline
de Campi Bisenzio y su convergencia con los activistas de Fridays for
Future, en Florencia en 2022, apunta en ese sentido: «La lucha por el fin de mes no tiene sentido si no la ganamos
contra ‘el fin del mundo’. Y es imposible conseguir que una parte cada vez
mayor de la población se implique en la lucha contra el fin del mundo si no la
unimos a la lucha por llegar a fin de mes».
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