José
Antonio Bosch. Abogado.
7 de mayo de 2024
Es rara la semana en la que
no encontramos en los medios de comunicación noticias de alguna parte del mundo
que informan sobre una nueva restricción de los derechos sexuales y
reproductivos de las mujeres. Líderes ultra reaccionarios de medio mundo,
Donald Trump, Javier Milei, Giorgia Meloni, Viktor Orbán, Santiago Abascal y un
largo etc. de políticos populistas y reaccionarios coinciden en la necesidad de
“proteger la vida del no nacido” mientras desprecian e ignoran la
protección de la vida de quienes ya nacieron. Líderes de medio mundo incluyen
en sus campañas medidas encaminadas a decidir sobre el cuerpo de las mujeres hurtando
a estas su derecho a decidir sobre su propio cuerpo.
Hace escasamente un mes, en
Florida (USA) su Tribunal Supremo santificaba la prohibición de abortar después
de la sexta semana de gestación, que es casi como prohibir el aborto dado que
muchas mujeres desconocen su situación de embarazada hasta después de
transcurrir dicho periodo. Así, Florida se une a los otros tres estados en los que
ya estaba prohibido el aborto después de la sexta semana y se acerca a los
catorce estados de USA en los que en la actualidad está prohibido el aborto. Ni
que decir tiene que, si finalmente el candidato a presidente Trump logra vivir
en la Casa Blanca a finales del presente año, los derechos de las mujeres se
verán a buen seguro seriamente amenazados, cuando no reducidos.
Más cerca de nuestro país, hace unas semanas, a iniciativa del gobierno de Giorgia Meloni, el Parlamento italiano ha aprobado una ley que permite, y además financia con fondos europeos, a asociaciones antiabortistas, a las que califica como “sujetos del tercer sector que tengan una experiencia calificada en el apoyo a la maternidad" para que presten sus servicios antiaborto a mujeres que manifiestan su voluntad de abortar. Sólo es un paso más del ultraderechista partido Hermanos de Italia en su lucha contra los derechos sexuales y reproductivos de la mujer.
Pero tampoco tenemos que
irnos tan lejos para ver cómo con dinero público se apoya a quienes tratan de
reducir los derechos sexuales y reproductivos de la mujer. En Andalucía, el
gobierno de Moreno Bonilla, durante los años 2021, 2022 y 2023, concedió
1.700.000 € de ayudas y subvenciones a asociaciones antiabortistas, ayudas que
iban destinadas a poner en marcha "medidas
de asistencia a la mujer embarazada en dificultades".
También con dinero público
se financian jornadas antiaborto. Jornadas como las que hace escasamente un mes
en Valencia, su Ayuntamiento (en manos de PP y VOX) a través de la Concejalía
de Sanidad y Consumo, organizó bajo la denominación de “I Jornada en defensa de la vida de la ciudad de Valencia”, en
las que no sólo se manifestaron abiertamente negando los derechos reconocidos
por la Ley de salud sexual y reproductiva e interrupción voluntaria del embarazo,
sino que además contaron con la presencia de menores de secundaria de un centro
escolar concertado.
Frente a tanta involución,
hay que reseñar que tras la reciente modificación de la Constitución francesa
con la inclusión del derecho al aborto en el texto constitucional, ha surgido
un movimiento en gran parte de Europa que reclama la inclusión del derecho al
aborto en la Carta de Derechos
fundamentales de la Unión Europea, habiéndose incluso debatido el asunto en
el Pleno del Parlamento europeo, pero este soplo de aire fresco ha puesto en
pie de guerra a todas las organizaciones fundamentalistas católicas y
cristianas, quienes ante la posibilidad de que se logre avanzar en los derechos
de la mujer han redoblado sus esfuerzos para intentar limitarlos o, como
mínimo, dificultar su ejercicio.
Así, por estas
organizaciones que tienen la “ventaja” de estar “iluminadas” por el Espíritu
Santo, lo que les confiere la certeza de la justeza de sus fines, posición ésta
que justifica la utilización de cualquier medio para lograr el bien superior
que casualmente ellas representan, se nos anuncian nuevas vías de combate
activo, todas ellas coincidentes en poner fin al aborto. La lógica de estas
posiciones es bien sencilla, desde la moral católica y cristiana el aborto es
un pecado, por lo que como buenos católicos y cristianos hay que impedir el
pecado del aborto, por lo que deben imponer su moral al resto de la sociedad,
olvidando que las sociedades democráticas se rigen por normas que se dictan en
sus parlamentos, al contrario que en los regímenes teocráticos, que se rigen
por normas supuestamente emanadas de la voluntad de dios. También hay quienes
apelan al Derecho natural para fundar su postura, derecho que, en nuestro país,
por ejemplo, sirvió de base para justificar el caudillaje y alguna que otra
barbaridad de la dictadura franquista.
Estas organizaciones
confesionales y anti-libertad (cada día mejor dotadas económicamente) van
ganando terreno en nuestro país, en Europa y en gran parte de los países con
sistemas democráticos (en los no democráticos no es necesario invertir en
limitar los derechos de la mujer dado que directamente la mujer no tiene
derechos). El crecimiento de las campañas antiaborto está siendo exponencial:
Red Madre, 40 días por la vida, Fundación Neos, Fundación de Abogados
Cristianos y un largo rosario de asociaciones y fundaciones en sinergias
comunes con partidos ultraderechistas y neoconservadores están redoblando sus
esfuerzos para constreñir los derechos humanos de las mujeres, toda vez que,
como señala la Oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los
Derechos Humanos, el derecho al aborto se incluye, en los Derechos Humanos, como
una manifestación más del derecho de toda persona a disfrutar del más alto
nivel posible de salud física y mental, incluyendo la salud sexual y
reproductiva de las mujeres.
Sería ingenuo el pensar que
los vientos anti-libertad que recorren el mundo sólo afectarán a las mujeres.
Los movimientos ultraderechistas, las políticas neoconservadoras nos afectan a
todas y todos. Se trata de imponer políticas anti sociales, reducir los
derechos de los trabajadores, ampliar el poder descontrolado de los grandes
emporios empresariales y financieros, negar la catástrofe climática y las
consecuencias que ya estamos padeciendo, criminalizar la inmigración,
deslegitimar cualquier órgano elegido democráticamente, salvo que ellos lo
controlen… La lista es larga y como no pongamos pie en pared más temprano que
tarde iremos sufriendo en nuestras carnes estos recortes de derechos.
En breve tendremos
elecciones al Parlamento europeo. Europa influye en nuestras vidas cotidianas
mucho más de lo que creemos. En la actualidad estamos ante una derecha cada vez
más unida y cooperadora entre sus diferentes fracciones y una izquierda cada
vez más dividida, con escaso atractivo en sus propuestas que, en la mayoría de
los casos, dirige a colectivos muy minoritarios. Más nos vale poner el remedio
antes de que se agrave la enfermedad o me veo de nuevo, como en mi infancia, escuchando
en todas las emisoras de radio a las 12.00 horas del mediodía, el ángelus.