El trabajo ya no es
el esfuerzo para transformar la naturaleza a beneficio de las personas, hace
tiempo que se convirtió en una mercancía cuya unidad es “tiempo” de la vida de
una persona vendido a bajo precio a otra para servirle en sus empresas y negocios
sean o no de interés social y que está sujeta a control horario.
Antonio Sánchez
Rodríguez
21
de mayo de 2019
Antecedentes
de la Nueva Ley:
El 26 de julio de 2017 CC OO y otros tres sindicatos
presentaron un conflicto colectivo al Deutsche Bank que desembocó en el auto de la
Audiencia Nacional que lo elevó ante el Tribunal de Justicia de la Unión Europea
(TJUE). Al parecer a la Inspección de trabajo (IT) la legislación
anterior le planteaba dudas para determinar el número de horas de trabajo, su
distribución en el tiempo, así como la diferenciación entre normales y extras.
Un mes antes
- junio de 2017- el PSOE presentó en el Congreso de los Diputados (gobierno de
Rajoy) una proposición de ley “para
incluir la obligación de registrar diariamente e incluyendo el horario concreto
de entrada y salida respecto de cada trabajador”. En esta proposición el
PSOE aseguraba que en 2015 cada semana 14.773,48 trabajadores por cuenta ajena
hicieron 6,2 millones de horas extras de media a la semana, de las que más de
la mitad, 3,48 millones, no se pagaron. Todo el mundo lo sabía, pero ahí estaba
la cosa durante años.
El BOE del
12 de marzo de 2019 (Gobierno de Pedro Sánchez con el apoyo de otras fuerzas de
izquierda y nacionalistas) publica el RDL 8/2019 de 8 de marzo de medidas
urgentes de protección social y de lucha contra la
precariedad laboral en la jornada de trabajo. En el mismo, se determina que el
registro de jornada será de aplicación a los dos meses de su publicación.
Dos días
después de su entrada en vigor -14 de mayo de 2019-, el TJUE falla que ese control debe existir y además,
sentencia que los Estados de la UE, no solo España, deben regularlo para
asegurar que los empresarios respeten “la duración máxima del tiempo de
trabajo” y evitar los abusos laborales. Pero desde el ámbito empresarial se argumenta
que esto es una medida más propia del siglo XX (yo añadiría que no, que lo es
del siglo XVIII). Tampoco los sindicatos quedaron plenamente satisfechos por
falta de concreción y no fijar más obligaciones a las empresas.
Otra forma de ver la implantación de
la Ley:
Antes que nada no hay que olvidar que esta Ley produce un cambio en el modelo productivo, modificará los contratos de trabajo y por ende las relaciones laborales, afectará directamente una realidad oculta por los empresarios y el silencio forzado de los trabajadores, a la que el empresariado se resistirá o intentará modular para mantener el control fraudulento y todo ello a sabiendas de que esta relación empresa-trabajador se irradia y altera, para bien o para mal, toda la superestructura social, veremos sus consecuencias.
La Ley
provoca estas cuestiones: ¿Por qué rechinan los dientes a un buen número de
trabajadores y empleados?, ¿No había otra manera de evitar los fraudes? ¿Es la
obligación de picar una y otra vez la solución?
Por ejemplo,
en la proposición de ley de 2017 se dice que el impago de horas extras suponía
el 56% de las horas extraordinarias realizadas y que en comparación con el 2008
que supuso el 39%. Hubo un aumento del 17%. ¿Qué hay detrás de este incremento?
Fundamentalmente la crisis, el alto índice de desempleo, la reducción de los
salarios, las reformas laborales que dieron más poder al empresario, la
precariedad y por supuesto el miedo de los trabajadores a perder un empleo por
pésimo que fuese. Las leyes laborales últimas rubricadas con la Ley Mordaza dejaron
a trabajadores y sindicatos desarmados y en estado de shock, no se puede pedir
que cada trabajador se comporte individualmente como un héroe. Claro que muchos empresarios no han hecho nada al respecto en los dos meses de
plazo: No le salen las cuentas y no le salen en un doble sentido: Si no pagaban
las horas extras no mucho mejor han debido tratar las jornadas normales con
contratos de “X” horas diarias que bien podrían terminar siendo algunas hora más
de las “X” contratadas. O sea Fraude sobre fraude.
No digo que
si se implanta la medida se puedan sacar unos euros, pero de nada servirá la
ley si no se derogan las dos reformas laborales y se le respeta a los
trabajadores su importancia en el
sistema productivo, si no se aumenta el número de Inspectores de trabajo, si no
se coordinan estos con los de hacienda, si no se aumentan las plantillas de
funcionarios de Justicia, si no se alargan los plazos para analizar con detalle
los expedientes abiertos, si nadie impone a los inspectores el archivo de
determinados expedientes… O sea si no se planifica todo el espectro
recaudatorio y el respeto al trabajo y no se destina dinero a los organismos
implicados esta ley no servirá para nada o para muy poco.
En cualquier
caso siempre podrá tener una utilidad, si bien puede ser en el sentido
contrario y ser utilizada para apretar las clavijas a los de siempre, porque es
más que extraña y curiosa la posición de buen número de empresarios cuando su
gran deseo histórico ha sido el control de sus trabajadores en el puesto de
trabajo desde la revolución industrial.
Si bien
empezaron con fichas a picar en los relojes de control horario como los que utilicé
desde el 1964 al 1975, pasando a la firma de entrada y salida otros cuantos años
y otros últimos a tarjeta con chips de contacto. Desde entonces se han inventando
sistemas que a fecha de hoy ponen los pelos de punta: Cámaras de vigilancia
sobre los puestos de trabajo, identificación por datos biométricos: huellas
digitales o iris, reconocimiento facial o por tarjetas con chips de contacto o
de proximidad (chips RFID de radiofrecuencia activos las 24 horas) estas con
más riesgo que las anteriores en cuanto a privacidad.
Lo cierto es
que hubo empresas que se lanzaron a estos últimos sistemas con determinación y
empezaron a guardar los datos de sus trabajadores, pero la Ley de Protección de
Datos Personales y su Reglamento aunque permiten muchísimo más de la cuenta, al
menos exige que los datos personales que tomen las empresas sean perfectamente
custodiados… ¡A muchas empresas les será más caro el collar que el perro!.
La
Revolución Industrial, pero de dónde venimos?:
Previo a la Revolución Industrial la humanidad se
comportaba de manera grupal. Los trabajadores no han sido nunca partidarios de
la división salarial en tanto se fuese hombre o mujer, joven o viejo e
independiente del número de haces de trigo, cestas de uvas o de aceitunas, etc.
que hubiese aportado cada uno. “El jornal”, el trabajo de un día de una
persona, era el mismo para todos y nadie dudaba ayudar al más débil si la carga
era muy pesada, todos arropaban al segador más lento para que la partida
llevase igualado el tajo. Así fue hasta cuando la incentivó la burguesía
industrial a mediados del siglo XVIII para escatimar céntimos y al tiempo crear
la división entre los trabajadores para que se enfrentaran entre ellos y hasta
hoy que se refleja en todo su esplendor en la Nueva Ley de Control Horario.
El peligro próximo, ya está implantado desde hace
años en multitud de empresas, es que dicho control de Entrada-Salida se
subdividirá en fases, tareas o faenas y se harán comparaciones del tiempo
empleado en su ejecución entre los empleados, e incluso entre las repeticiones
de las tareas en un mismo empleado. Los sistemas de información o aplicaciones
al respecto permiten subdividir tareas hasta de un minuto de ejecución… véase por
ejemplo una de ellas en la wikipedia: “Redmine” y tiemblen. Puestos a perder
dinero recuperémoslo controlando minutos… Al fin y al cabo “Todo el tiempo es
tiempo de Dios” según Calvino.
El
Calvinismo y el Capitalismo, para no olvidar:
La base intelectual del surgimiento del
individualismo estuvo en la religión protestante iniciada por el alemán Martín Lutero
y más concretamente en el auge del protestante radical francés Juan Calvino que
se iniciaron dos siglos antes de la Revolución Industrial hasta llegar a una
potente implantación de puritanismo que cuajó en toda Europa; en Alemania el
calvinismo incluso tuvo versiones puritanas más agresivas como el Pietismo que
se implantó a finales del siglo XVII ya coincidente con el inicio de la Revolución
Industrial. Todo ello vino como anillo al dedo a la burguesía industrial y
comercial europea, en definitiva a la implantación del “Capitalismo”.
Es muy interesante ver como casa la religión
calvinista con el Capitalismo porque los principios calvinistas y de sus
derivados se extendieron e implantaron en el mundo en mayor o menor grado. Para
empezar la libre elección de interpretación de la Biblia y que cada lugar
tuviese la suya propia suponía abrir múltiples vías y una idea de libertad ante
el poder centralizado del Vaticano hasta llegar a la persona. La ética
Calvinista ponía
el acento en el pecado, en la salvación personal (individualismo) y la renuncia
al mundo, un sacerdocio de cada uno de los creyentes, que encontrarían la
salvación por medio de la oración
individual, sin mediación.
Aparte
del empuje al individualismo hay otro aspecto importantísimo que suponía un
lado opuesto al protestantismo y sobre todo al pietismo y este era un firme
compromiso con las realidades materiales del mundo, inspirado por la idea
calvinista de la Predestinación que
decía: En el principio de los tiempos, Dios separó a los salvados de los
condenados, y si bien nadie podía estar seguro de su estatus, es decir, si era
elegido o un condenado, uno de los signos más inequívocos de ser un elegido era
el éxito material.
Esta
aparente contradicción de la renuncia al mundo frente al éxito material pietista-calvinista
se resolvió con la máxima calvinista: “Todo
el tiempo es tiempo de Dios y el placer es un pecado” Por lo tanto respetar
el puritanismo y evitar el pecado al tiempo de conseguir estar entre los
elegidos de Dios confluían en conseguir el éxito material en la tierra con la
dedicación al trabajo. O sea los machacados cuerpos del proletariado por
jornadas de 12 y 14 horas de trabajo en condiciones infernales al final
deberían dar las gracias al tal Calvino, otra cosa es que llegaran a Dios
porque sólo cumplieron un punto: todo su tiempo fue para Dios, pero el éxito
nunca les llegó.
Poco más de doscientos años, todo esto nos recuerda la
América de hoy en la que se insiste y repite hasta la saciedad la inexistencia
de la lucha de clases y la sustituye por perdedores
o ganadores. O sea TÚ vida es TÚ
problema o ganas o pierdes. Es de lo que nos quieren convencer.