viernes, 18 de julio de 2025

GAZA Y LOS PAÍSES ÁRABES Y MUSULMANES

 


Waleed Saleh

18 de julio de 2025

Es legítimo preguntarse por la sombría postura de los países árabes y musulmanes hacia el genocidio de Gaza. ¿Cómo es posible a pesar de las grandes olas de solidaridad internacional con Palestina que los pueblos de los países árabes y musulmanes no salgan masivamente a las calles y obliguen a sus gobiernos a tomar decisiones a favor de Gaza? Después de que el drama palestino haya sido considerado la causa central de estos países durante décadas, ¿cómo se ha llegado a esta dolorosa indiferencia hacia las decenas de miles de gazatíes asesinados por el fascismo sionista? Y si admitimos que los gobiernos árabes y musulmanes ya se han desentendido del drama palestino, ¿qué ocurre con los intelectuales, escritores, asociaciones civiles y sindicales, que viven un silencio atroz?

¿Será porque la mayoría de estos gobiernos son aliados de EEUU y por miedo a esta potencia no toman ninguna decisión que perjudique o moleste al Estado genocida de Israel, hijo predilecto del Tío Sam?

Para muchos es una actitud sorprendente si tenemos en cuenta que el peligro del sionismo israelí no amenaza solo el futuro de los palestinos sino también a otros muchos países, especialmente a sus vecinos.

La respuesta a todos estos interrogantes quizá sea compleja y profunda. Una de las principales causas es la existencia de Hamás (Movimientos de Resistencia Islámica) fundada en 1987. En las Elecciones Legislativas de 2006 el movimiento ganó 74 de los 132 escaños que forman Consejo Legislativo Palestino, frente a 45 escaños para Fatah (Movimiento de Liberación Palestina). Los resultados electorales dividieron a la población palestina, lo que aprovechó Israel para profundizar la brecha entre las dos partes e incitar al enfrentamiento, que llegó a causar muchas víctimas entre los dos bandos.

La naturaleza islamista de Hamás, su ideología inspirada en el pensamiento de los Hermanos Musulmanes hizo desde el principio que este grupo ganara la desaprobación de muchos países occidentales y también el rechazo y la oposición de países árabes y de mayoría musulmana. El repudio que sufre el islamismo especialmente después de lo que se conoció como la Primavera Árabe y su llegada al poder en varios países de las fuerzas islamistas es obvio, amplio y profundo. Además, la alianza de algunos gobiernos árabes, musulmanes y partidos políticos poderosos con Irán representa otra importante razón que evita entenderse con el gobierno de Hamás en Gaza. Irán es considerado por muchos países de la región de Oriente Medio como potencia desestabilizadora y una amenaza para muchos regímenes, especialmente en la región del Golfo Arábigo. Por lo tanto, apoyar a Hamás significaría provocar la ira de EEUU e Israel, nada recomendable para los aliados de Washington; y en caso de que saliera Hamás victoriosa, sería un soplo de aire fresco para Irán y los islamistas. Por todo ello, la mayoría de los gobiernos árabes y musulmanes, incluida la Autoridad Palestina en Ramallah, han mantenido el silencio como estrategia con el deseo de que Israel y EEUU acaben cuantos antes con Hamás por miedo a que los pueblos se levanten contra ellos.

Israel ha explotado esta oportunidad para cometer las atrocidades más horrendas, llevando a cabo matanzas colectivas y asesinatos de la población civil palestina de forma indiscriminada, incluidos niños y mujeres, que superan la terrorífica cifra de 60.000 víctimas.

Osama Hamdan, portavoz de Hamás y su representante en el Líbano, hizo hace más de un año un llamamiento a los ministros de asuntos exteriores del mundo árabe advirtiendo del peligro de Israel no solo para Palestina sino para el resto de los países árabes. En su apelación Hamdan no pedía que estos países participaran en la guerra a favor de Palestina, por tratarse de un sueño en estas circunstancias. Solo pedía la condena a Israel, abrir los pasos fronterizos con Gaza, introducir ayuda humanitaria y denunciar judicialmente al Estado ocupante. La respuesta fue nula lamentablemente. Al portavoz de Hamás se le había olvidado que los amigos de Palestina, los países árabes y de mayoría musulmana, habían decidido después de la Guerra de 1973 no volver a entrar con Israel en ninguna nueva contienda y conformarse con unas tímidas expresiones de condena y reclamar un Estado palestino dentro de las fronteras de 1967 con su capital en Jerusalén. Desde entonces Israel comete asesinatos selectivos y sus aviones surcan los cielos de Jordania, Líbano, Siria, Iraq con toda libertad. A veces oímos a algún responsable político en estos países diciendo que la respuesta vendrá en el lugar y momento adecuados. ¡Qué burla!

Uno de los asesinatos políticos más sonados fue el del presidente de la Oficina Política de Hamás, Ismael Haniye, que tuvo lugar el 31 de julio de 2024 en Teherán, a donde había acudido para participar en la celebración de la toma de posesión del nuevo presidente iraní.

El ataque cometido por Hamás conocido como Diluvio de al-Aqsa en 7 de octubre de 2023 fue duramente criticado por muchas autoridades árabes y musulmanas, como la ministra de cooperación internacional emiratí, que lo calificó como un “acto bárbaro horrendo”. Su declaración coincidió justo con una matanza israelí que dejó 5.100 víctimas, 2.100 de ellos niños. Asimismo, el Príncipe Heredero de Bahréin, Salman b. Hamad, condenó con los mismos términos que la ministra emiratí la acción de Hamás.

Sudáfrica solicitó en enero 2024 al Tribunal Internacional de Justicia de la ONU (TIJ) medidas cautelares que paralizaran la ofensiva del Ejecutivo de Netanyahu por cometer un genocidio en Gaza. Se incorporaron después a dicha solicitud más de una docena de países, entre ellos Nicaragua, Colombia, Islas Maldivas, Turquía, Irlanda, Bolivia, Bangladesh, Chile…, y solo un país árabe, Libia.

El silencio del del mundo árabe frente a los crímenes de Israel ha animado al país sionista, apoyado incondicionalmente por EEUU y por buena parte de la Unión Europea, a ampliar el perímetro de sus crímenes sin temer chocar con ningún país árabe o musulmán, ni siquiera una simple amenaza de anular los acuerdos de paz firmados con Tel-Aviv por parte de países como Egipto y Jordania. O retirar los embajadores destinados al país ocupante tal y como hizo algún país latinoamericano. Todos los países árabes y musulmanes se limitaron a desempeñar el papel de espectadores pronunciando solamente expresiones de tristeza y de lamento. Muchos analistas explican que esta postura sumisa es debida a que esta región ha sufrido décadas de guerras civiles y de conflictos y que los pueblos se sienten exhaustos y decepcionados con el resultado de la Primavera Árabe, que fue una frustración para millones de ciudadanos.

En cuanto al plan de Trump y de Netanyahu de expulsar a la población de Gaza de su territorio, ubicarla en Egipto y Jordania y convertir Gaza en un destino turístico de lujo, un resort, “la Riviera del Mediterráneo”, la actitud del mundo árabe y musulmán es muy deplorable. Con voces tímidas, algunas autoridades árabes y musulmanas y de forma individual calificaron ese plan de contrario al derecho internacional, y será el último clavo en el ataúd del esperado Estado palestino. Ausencia absoluta de una actitud oficial o incluso popular por la represión que sufren los pueblos árabes y musulmanes. Cierto es que tanto Egipto como Jordania protestaron y rechazaron la ubicación de los gazatíes en su territorio no por principio ni por ser contrario a la legalidad internacional, sino por causas propias. Jordania se queja de la gran población palestina que vive en el país, algo que amenaza la supervivencia del Estado jordano en caso de recibir más palestinos. Egipto, en caso de ubicar gazatíes en la Península de Sinaí, teme que este enclave se convierta en un punto de donde se ataque a Israel, por lo que sería una amenaza a los acuerdos de paz firmados entre El Cairo y Tel-Aviv. Incluso existe el miedo a que parte de los palestinos expulsados sean islamistas o yihadistas enemigos del gobierno egipcio. Por otro lado, está la actitud de países que no ven mal el plan del dúo Trump-Netanyahu, como el de Emiratos Árabes. Su embajador en Washington, Yusuf al-‘Utayba, afirmó el pasado mes de febrero que “no veía otra alternativa para dicho plan”. Hay quien piensa que Egipto y Jordania rechazan el plan con la “boca chica” porque en el fondo esperan una mayor presión por parte de la administración estadounidense para decir que hemos sido obligados a aceptarlo. Otro plan que está presente en el escenario, según algunas informaciones, lo presenta Egipto. Se trata de formar una comisión palestina para gobernar Gaza sin la participación de Hamás y la colaboración de países árabes, en especial del Golfo, para reconstruir Gaza sin expulsar su población, viviendo en zonas seguras bajo la tutela de Egipto.

El plan de Trump incluye a países no árabes, pero de mayoría musulmana, como Indonesia y Albania, como destino de los palestinos de Gaza. Existen informaciones contradictorias en relación con este asunto. Los gobiernos de los dos países mencionados niegan que haya habido negociación acerca de este tema. Otros datos se refieren a la posible petición de Trump al gobierno de Albania de enviar a 100.000 palestinos. Muchas organizaciones han considerado el plan de Trump una especie de potenciar la ocupación y un acto que transgrede la ley internacional y los decretos de la ONU relacionados con el asunto. Declararon su rechazo al plan tanto la Organización de Cooperación Islámica, como al-Azhar, máxima autoridad religiosa de Egipto, y la Unión Internacional de los Ulemas Musulmanes.

Para resumir, podemos decir que durante las pasadas cinco décadas hubo una importante transformación en el mundo árabe e islámico en cuanto a la causa palestina. A raíz de la última guerra árabe israelí de 1973, Egipto entró en un proceso de paz con Israel en 1978. La resistencia palestina se enfrentó a la invasión israelí del Líbano en 1982. En este mismo año los países árabes aceptan la iniciativa del Rey saudí Fahd (territorios a cambio de paz). Luego vino la firma de los acuerdos de Oslo entre Israel y la Organización de Liberación Palestina en 1993 y 1995. Y desde aquel momento la resistencia se ha convertido en una carga para el mundo árabe y musulmán. Incluso después de la Primavera Árabe en 2011, la resistencia palestina ha vivido un colapso a nivel oficial e incluso popular. Y a continuación llegó la etapa de la estabilización de relaciones con el Estado de Israel, paso que significó una profunda herida en el corazón de la causa palestina.

La relación de Irán con la ocupación de Palestina merece un análisis aparte. El aparente apoyo de Irán a la causa palestina lo justifica el gobierno de este país como humano e islámico conforme a la literatura oficial. Los motivos ocultos son otros: una fuerte rivalidad con Arabia Saudí para liderar el mundo musulmán. Más importante aún es la ejecución del proyecto iraní en la región. Un proyecto sectario chií que pretende exportar la revolución Islámica a los países vecinos y cercanos como Iraq, Siria, Líbano y Yemen. Durante la guerra entre este país y el vecino Iraq a Jomeini no le pareció mal que su país importara armas de Israel para luchar contra el régimen de Sadam. Pese al famoso eslogan que usan los ayatolas, “muerte a EEUU y muerte a Israel”, Irán nunca ha dejado de negociar con Washington asuntos que afectan a las relaciones mutuas o la región de Oriente Medio. La invasión estadounidense de Iraq se realizó con el beneplácito del régimen de Teherán. Cuando en enero de 2020 EEUU (Trump) mandó asesinar en Iraq a Qasem Solimani, destacado dirigente de la Guardia Revolucionaria iraní, los líderes del país persa se pusieron en contacto con el mandatario norteamericano explicándole que necesitaban para el consumo interno alguna reacción de venganza. Trump les permitió atacar la base militar de su país de Ain al-Asad en al-Anbar (Iraq). El trato era que Irán lanzara 18 misiles a esta base sin matar a nadie ni causar daños importantes en las instalaciones. Justo así fue la respuesta de Irán. Y como respuesta de venganza a la última destrucción de los centros nucleares del país, acordaron de nuevo con Trump lanzar una ofensiva contra la base norteamericana de al-Udeid en Doha, acordando la hora del ataque, el número de misiles y sus características. Todo esto demuestra que la enemistad entre los dos países no es tan seria.

Las milicias chiíes proiraníes como Hezbolá en el Líbano y Siria, los hutíes en Yemen y al-Hashd al-Sha’bi y otras en Iraq son organizadas financiadas por Teherán, aunque con dinero iraquí, utilizan el argumento de la resistencia en defensa de Palestina. Una excusa para cumplir y ejecutar el proyecto sectario iraní entre la población de estos países. Son milicias que han cometido matanzas y crímenes de lesa humanidad en Iraq, Siria y Yemen. En el Líbano, Hezbolá, hasta que Israel lo diezmó recientemente, cometió actos terroríficos contra sus opositores contrarios al régimen de Irán o al de al-Asad desaparecido hace unos meses, aliado del gobierno de Irán. Hasan Nasrullah, líder indiscutible del Hezbolá libanés, liquidado por Israel, mandó asesinar a decenas de periodistas y cientos de políticos e intelectuales libaneses por criticar al régimen de al-Asad o al sistema político de Irán. Entre los periodistas se encuentra Samir Qasir, autor del libro La desgracia de ser árabe. En la actualidad, el régimen de los ayatolas se ha olvidado de Gaza y del genocidio, de Hezbolá destrozado por Israel, de los hutíes machacados por las bombas de EUU y al-Hashd en Iraq, cuyos líderes están escondidos por miedo a ser asesinados por las fuerzas israelíes. Las autoridades de Irán están inmersas en la búsqueda del modo de sobrevivir y seguir en el poder porque es lo único que importa actualmente. Renunciará a todo, cederá y aceptará cualquier condición para mantenerse en el poder sin fijarse en lo que ocurre en Gaza, en el Líbano o entre las filas de sus milicias, que han estado durante décadas maltratando a su propia población con el argumento de que tienen un cometido cuasi sagrado que es la resistencia contra el ocupante israelí.