Vientos de Cambio Justo

martes, 2 de junio de 2020

A MÍ NO ME REPRESENTAN



Me niego a jugar al conmigo o contra mí; me niego a sumarme a esos hooligans descerebrados que al parecer son a los que se dedican a representar sus señorías y a quienes les dirigen sus sermones y arengas parlamentarias.

Jose Antonio Bosch

2 de junio de 2020

Las Cortes Generales representan al pueblo español y están formadas por el Congreso de los Diputados y el Senado, según declara el artículo 66 de nuestra Constitución. Pues bien, por mucho que me duela, he llegado a la conclusión de que, en la actualidad, las Cortes Generales no representan al pueblo español en su mayoría.

En el patio de mi instituto había más sensatez, cordura y era más representativo de la sociedad de su momento que las Cortes actuales. Si tengo que asumir que tenemos los políticos que nos merecemos o me hago budista, porque yo en una sola vida no he sido tan malo como para merecer a esta tropa, o caeré en una profunda depresión. Dado que no me gusta ni lo uno ni lo otro, no me queda más opción que dar por sentado que a mí, esa gente, no me representa.

No pueden representarme aquéllos que llaman al odio y al enfrentamiento entre los ciudadanos desde la palabrería patriotera, desde los tópicos sacados de los armarios llenos de alcanfor, desde la testosterona como único argumento, desde los prejuicios de todo tipo y como no, desde la incoherencia común a todos los grupos parlamentarios.


No me pueden representar quienes, surgiendo desde la ilusión y con el apoyo de millones de personas para llevar aires frescos, renovación a la política y poner fin a las castas, se han constituido en casta y, una por una, están adoptando todas sus reglas y roles.

No me puedo sentir representado por aquéllos que, pese a conformar un órgano de representación estatal, no tienen más preocupación y finalidad que la de convertir su territorio en un reino de taifas en un mundo cada vez mas globalizado en el que surgen poderes al margen del control de los ciudadanos con más peso y fuerza que muchos estados y donde surgen problemas (catástrofe climática, pandemias…) que requieren de soluciones globales.

Qué decir de los que, a sabiendas de su falsedad, ofrecen datos falsos como apoyo de sus argumentaciones, de los que transmiten todo tipo de desconfianzas hacia el resto de las instituciones; de quienes nos tratan como niños o incapaces; de los que tienen incontinencia verbal; de los que ni siquiera conocen o son incapaces de comportarse acorde con las mínimas reglas de educación y cortesía; de quienes pretenden intoxicarnos desde las redes sociales con sus mantras y mentiras.

¿Se puede estar más alejado de los problemas de los españoles, de los actuales y de los que se pronostican que vendrán de lo que lo están Sus Señorías? ¡Hay que ser irresponsable! Con la que está cayendo y la que se anuncia que caerá, nuestros presuntos representantes no son capaces ni de poner en marcha una comisión para adelantarse al negro futuro que casi todos vemos y para el que ellos no ofrecen otra solución que el gobierno de su partido.

Y para llegar al gobierno, o para mantenerse en él, lo que haga falta porque hace ya rato que el fin está justificando cualquier medio. Y dicho sea lo de “medio” en su más amplio sentido, incluyendo aquellos grupos mediáticos que empujan hacia la polarización del país, que llaman al enfrentamiento entre nacionalidades y regiones e incluyendo aquellas instituciones cuyos responsables, por acción u omisión, están contribuyendo a la deslegitimación de las mismas (aquí no puedo olvidar al Consejo General del Poder Judicial entre otros) o incluyendo aquellos que a través de las puertas giratorias pasan de la Justicia a la política y viceversa.

Me niego a jugar al conmigo o contra mí; me niego a sumarme a esos hooligans descerebrados que al parecer son a los que se dedican a representar sus señorías y a quienes les dirigen sus sermones y arengas parlamentarias. Es necesario que entiendan sus señorías que ellos ni son la nobleza, ni su escaño lo tienen por la gracia de dios, que su cargo, su salario, sus privilegios… etc, los pagamos entre todos y que su principal obligación es legislar para el conjunto de los ciudadanos y ciudadanas de este país y controlar la acción del Gobierno. Para ello necesitamos que asuman su representación y respeten la de los demás. Necesitamos de su sensibilidad social, que dejen de ocupar el cien por cien de tu tiempo en la búsqueda de cómo llegar al gobierno o mantenerse en él, que dejen de jugar al “tú más”, que se comporten algo más parecido a como nos comportamos la inmensa mayoría de los españoles a los que nos ocupa y preocupa la catástrofe climática, las consecuencias de la pandemia, la educación y formación de nuestros niños y niñas y de nuestros jóvenes, la reducción de la desigualdad, el necesario cambio de nuestro modelo productivo y un largo etcétera de preocupaciones, entre las que no incluimos quién debe cerrar la puerta de una comisión ni quién es o deja de ser el padre o el abuelo de un diputado.

Esta vez ha sido el Covid-19 y luego vendrá el 20 o su primo. Estamos en plena transformación tecnológica, los cierres de empresas se van a contar por millares, Nissan es la primicia de lo que nos viene en la industria española de la automoción… A mí no me representan y no creo que nos los merezcamos pero, por acción u omisión, son los que tenemos ahora y hay que exigirles que cumplan sus obligaciones, que se dediquen a la atención de los problemas reales de los ciudadanos y ciudadanas y dejen de jugar a los salva patrias… en resumen que, con independencia del partido al que pertenezcan, se comporten como diputados y diputadas de las Cortes Generales y se ganen su salario haciendo lo que se espera de ellos, legislar para el conjunto de los españoles y españolas y controlar al Gobierno siendo lo cierto que, al día de la fecha, no hacen ni lo uno ni lo otro.

Y no es que esté indignado, que lo estoy, es que estoy convencido que somos mayoría los ciudadanos y ciudadanas de este país que sentimos vergüenza ajena, que no creemos en esa forma de hacer política, que queremos que “nuestros asalariados” se ganen su salario resolviendo o al menos intentando resolver los problemas de sus compatriotas y no debemos seguir consintiendo que, en lugar de ser la solución, se conviertan en parte del problema.